Ante la nada. Carlos Alarcón.
Julio 2013
Por. Erika
Martínez Cuervo
La serie Ante
la nada concentra el resultado del análisis visual de personajes
atravesados por estados de angustia. Los bocetos de Carlos Alarcón fueron
situaciones dramáticas (en términos escénicos) que él dirigió en su estudio
fotográfico. Alarcón invitó
actores y personas comunes a ser parte de su experimento. Imágenes casi
teatrales que registró con su cámara y que luego tradujo en pinturas de gran
formato. Una apuesta donde lo íntimo del gesto – sufriente, tenso, contenido –
se nos viene encima y, sobre todo, nos minimiza. Nos perturba. Algo nos mira y
no es la mirada.
Hay en estas
siete pinturas una observación de lo que agobia el interior del individuo a
través de lo moviente del cuerpo aún en la quietud o tiesura de las expresiones
representadas. Carlos Alarcón captura la
angustia - ¿de la humanidad? – en los otros. La técnica que utiliza en cada
caso reafirma el poder de lo gestual: endurece los rostros con el empaste del
material, hace más lánguiga la expresión con el trazo del lápiz ó superpone
capas de óleo para realzar contrastes.
Me atrevo a
enunciar que en la práctica de Alarcón hay algo de truculento que no es
consciente y es esa idea de invitar personas a que hagan públicos sus momentos
más angustiantes. Su fijación es el estar
siendo de la angustia, verla – y hacerla - cuadro a cuadro
en el instante preciso en el que es, de forma simultánea, parálisis y náusea[1].
Pero su obsesión también es lo pictórico
que engendra la angustia misma, el
artista se deleita (y se jacta) ante la materia escurriente, ante el pegote
yuxtapuesto que configura y anima los retratos.
[Sentir Angustia (del
latín que traduce angostura) es una
experiencia conectada con lo muerto o si se quiere con “lo muriente”. Una vez
estamos angustiados el ser del lenguaje se trastoca, nos quedamos casi mudos,
seres inacapacitados para el habla. Nuestras asociaciones lógicas se desmontan.
Nos sabemos devorados –lentamente - por algo inascible. Es un concierto
cacofónico el que nos resuena en el interior. El deseo frustrado o enterrado se
hace ansiedad y tiempo no lineal. Y en medio de todo esto, hay silencio: uno
que aturde, que ensordece].
[1] "Trato de echarme a dormir, pero, apenas en la cama,
el terror me hace levantar. Es una angustia, una angustia como la que precede
al vómito; parece que mi ser se va a romper a trozos, sin llegar nunca a
romperse, sin embargo. Trato de dormir otra vez; pero el terror está conmigo,
junto a mí, rojo, blanco(…); algo se quiere romper dentro de mí y, sin embargo,
no pasa de ser una sensación". [Uno de los fragmentos donde Tolstoi intentó describir momentos
previos a su muerte].
“Es la
angustia la que produce náusea” [Sartre].